sábado, 26 de octubre de 2013

Marcha Cueva del Gato


Bonito pefil, con una prometedora dureza, el de la III Marcha "Cueva del Gato", organizada en Benaoján. Unos 44 Km con un desnivel positivo de 1950 metros y otros tantos de bajada. Lo curioso: yo no iba a participar, era Maite la que tenía asignado dorsal. No completé mi inscripción porque no me fiaba de que aguantase mi pierna lesionada en la Nocturna de Montejaque.

Viernes por la mañana, día anterior a la prueba. Maite se levanta con fiebre y malestar general, además de que Teresa, nuestra hija, tiene que trabajar el fin de semana. Decide que no va a participar, y yo le digo que entonces preguntaré a la organización, que si dadas las circunstancias, puedo hacerlo yo en su lugar. Llamada urgente al amigo Jimmy, que forma parte de la organización, me dice que habrá que consultarlo con el Cabo Becerra, por el tema del seguro y papeleo; y sí, se soluciona la cosa y puedo participar en lugar de Maite. En ese momento no sabía si alegrarme o ponerme a llorar, cuando me puse a estudiar el perfil y recorrido de la prueba. Nunca antes había andado tal distancia con tanta dureza, pero sí que estaba entrenado, porque dio la casualidad de que las dos últimas semanas había hecho sendos recorrido de 31 y 20 Km, en dos salidas.

Llamada al amigo Mariano, por si me podía quedar en su casa a dormir, con el resto de miembros de Luna Llena, preparación de la mochila, y para Benaoján por la tarde, a recoger el dorsal y los regalos que daban la organización. Eso sí, la camiseta sería de la talla de Maite, ya que era ella la que había hecho todos los trámites con tiempo. Demasiado bien se portó la organización al tomarse las molestias para que yo pudiera participar con ese dorsal.


Preciosa ruta circular, que iré explicando. Ya veis que salimos de Benaoján, pasaríamos por los Llanos de Líbar para llegar a Cortes de la Frontera, Estación de Cortes, Estación de Jimera de Líbar, Cueva del Gato y Benaoján.

Una vez recogí el dorsal, saludé a tantos y tantos amigos que me he ido echando gracias a mi participación en distintas marchas y en los 101 Km de La Legión, además de que tanto Maite como yo somos miembros del Club Deportivo Benaoján Sierra y Luz. Pude conocer y saludar en persona al Cabo Becerra, una gran persona, amante del deporte, que trabaja mucho y bien en la organización de este evento y de los 101 Km, entre otros.

Llegaron Raúl e Irene, con los que Maite iba a hacer la marcha, y que al final serían mis compañeros de principio a fin de la prueba. Llamábamos al resto de la cuadrilla de Luna Llena, que iban a participar: Chacón, Andrés, Rafa y Mariano, el dueño de la casa de Montejaque donde pasaríamos la noche; como cada uno se iba entreteniendo saludando a tantos y tantos conocidos, entre ellos también los miembros de Los Últimos Susmurais, decidimos la parejita y yo, irnos para Montejaque a cenar y luego encontrarnos allí todos para irnos a la casa.

Esta vez llevé dos cámaras de fotos: una para hacer algunas fotos buenas, y la compacta todo terreno para hacer la marcha. Así que aquí va una foto de la plaza a la entrada de Benaoján.


Teníamos ganas de pasta. Tanto Raúl e Irene como yo, estamos yendo a la misma médico nutricionista, Rosa, que lleva a un gran número de deportistas, así que queríamos seguir sus sabios consejos y recargar el cuerpo con gasolina de la buena para el día siguiente. Dimos con un precioso restaurante en Montejaque, donde comimos a mesa y mantel.


Se nos unió Mariano, los otros tres prefirieron irse de tapas por el pueblo. Después de un buen plato de espaguetis, regado con algunas cervezas, brindamos con champán porque todo saliera bien al día siguiente.


Nos fuimos dando un paseo por el recogido pueblo, donde aún existe el pan hecho al horno.


Una noche la mar de apacible, a pesar de encontrarnos en la sierra. Aún tenía mis dudas de cómo se comportarían mis castigadas piernas.

Llegamos a la casa e intentamos dormir unas horas, a pesar del cachondeo que había en la habitación de al lado, donde los de las literas: Chacón, Andrés y Rafa, tenían montado un cachondeo cuartelero de no te menees.

Sonó el despertador muy temprano. Todos a preparar la mochila o riñonera con lo que creíamos necesario para hacer la prueba. Para evitar heridas en la parte superior de los muslos, debido al roce en tanta distancia, me eché vaselina. Otros la usaron para los pies. Como aquí el que no corre, vuela, Andrés me sacó la foto saliendo del baño limpiándome la vaselina de las manos.


Rafa y yo ya preparados para irnos a desayunar.


Después de un copioso desayuno en Benaoján, y tras comprobar que mi mochila pesaba un quintal, me fui al coche y solté casi todo, hasta la cámara de fotos. Nos fuimos para la salida. En la calle de subida, Jimmy se encargaba de hacernos la anotación de control en el dorsal, a la par que unas voluntarias nos hacían una foto, supongo que para control.

Mientras esperábamos la salida, el personal tenía muchas ganas de cachondeo, montando una escandalera de padre y señor mío.


Los Luna Llena estábamos ansiosos por empezar a andar ya.


Y llegó la salida, después del cohete.


Buen paso saliendo del pueblo, todavía con muchas ganas de reír, a pesar de que el inicio era con seis kilómetros seguidos de gran subida.


Aquí ya habíamos pasado los primeros 12 km, la primera cuesta fuerte, el paso por los Llanos de Líbar y empezaríamos a bajar hacia Cortes de la Frontera.


Raúl y yo íbamos a la par, mientras que Irene iba tirando por delante.


La bajada fue lo que se me hizo más pesada, aprovechando algunos tramos para trotar y soltar piernas. En Cortes llegaría la primera cura de pies de Raúl. En pocos minutos continuaríamos bajando hasta la Estación de Cortes, donde tras atravesar la vía del tren por debajo, y tras subir un repecho, llegaríamos al avituallamiento donde daban bocadillos. Allí repusimos bien, ya que todos los anteriores habían sido a base de plátano, naranja, agua y Aquarius. Estábamos aproximadamente en el ecuador de la prueba. Ahora llegaría un tramo rompe piernas, de continuas subidas y bajadas, paralelos al río hasta llegar a la base de la cueva del Gato. Durante este período habría que hacerle una segunda cura a los pies de Raúl, que no llevaba un calzado adecuado e iba sufriendo lo suyo por ello. Yo llevaba algo de molestias intestinales, que desaparecieron después de pasar por un improvisada letrina cerca del camino.

Y llegamos al km 40, donde estaba el penúltimo avituallamiento. Allí nos dijeron de mirar hacia arriba, por encima de la entrada a la cueva del Gato, había que coronar y dejarse caer luego ladera abajo hasta la entrada del pueblo. Raúl decidió darle caña a la subida, ya que en las bajadas era donde sufrían más sus pies y rodillas. Con un ritmo constante y rápido coronamos y empezamos el descenso. El compañero sufría mucho en esta última bajada, sus pies estaban ya muy dañados. Irene y yo le esperamos abajo. Nos dijo que adelantásemos el paso, que él seguiría tras nosotros a su ritmo. A la entrada del pueblo nos esperaban los colegas de Luna Llena, donde empezaron a animarnos, hacernos fotos y a grabarnos en vídeo. Aquí llegábamos Irene y yo, y detrás se ve a Raúl. Ya estaba todo hecho.


Irene quiso entrar junto a Raúl, a mí me hubiese gustado hacer lo mismo, pero me estaba quedando helado, después de haberse puesto ya el sol, con la camiseta muy sudada. Me dijeron que tirase ya para meta, que estaba ya a muy pocos metros. Así lo hice, y como testimonio está aquí el diploma que da fe de mi participación en esta grandísima Marcha, en la que podéis estar seguro, que si sigo gozando de la misma salud y no tengo lesiones, repetiré el año que viene con Maite, mejorando este tiempo.



Gracias a todos los compañeros y amigos por tan gran jornada, por las fotos que me hicieron, y mi agradecimiento a mis dos inseparables compañeros durante toda la prueba: Raúl e Irene. Después de tan gran esfuerzo nos esperaba, por cortesía de la organización, un plato con un pincho de tortilla, un buen bocata de lomo adobado y unas bebidas.

La última montaña llegó ...

martes, 22 de octubre de 2013

La berrea en los Llanos de Líbar

Una más que recomendable actividad organizada por Turismo de Montejaque, en la que se convive desde el mediodía del sábado al del domingo, con gente amante del campo, y en la que se hace una buena marcha de 10 km a la ida y otros tantos a la vuelta desde Montejaque, en la provincia de Málaga.

El primer sábado de octubre nos dirigimos en coche a la oficina de Turismo de Montejaque, donde habíamos quedado con María y Juan para empezar la excursión al cortijo de Líbar. Un paseo de 10 km que compartiría de principio a fin con mi hijo.

Solo salir del pueblo nos recibieron los buitres desde las alturas. En esta ocasión sí que iba preparado con un teleobjetivo para acercarlos a mi cámara.


Después de una buena subida inicial, pasamos a la llanura de la dehesa, haciendo eses en el acompañamiento al camino.


Mi compañero iba gozando de algún que otro descanso.


Pronto empieza el bosque y se va animando la ruta.


Al que le guste los animales, disfrutará de lo lindo.


Y llegamos a la famosa encina hueca, donde a la vuelta anidarían más de uno.


Una piara de cerdos. ¿Qué tendría el suelo, para hasta lamerlo?


Íbamos los últimos, el padre y el hijo, se nos iba yendo la tarde.


Un espejo en el camino.


La dehesa se iba transformando con la oscuridad.


Y llegamos al cortijo. Javi hasta salió corriendo.


De noche salimos a escuchar la berrera. No hubo suerte en mi caso, en esa tema, pero sí que aproveché para hacer fotos nocturnas.


La parte posterior del cortijo, donde dormiríamos en literas. La mía era tan alta que para subirme o bajar, tenía que trepar por ella.


Bajo un gran nogal en el centro del patio, a la luz de las lámparas de gas.


Llegaba la hora de la tan esperada cena: estofado de venado, riquísimo, cocinado por Juan y María, de la Oficina de Turismo de Montejaque. Maite se puso a remover solo un momento, para la foto, como las famosas de las revistas, jeje.


Después de una noche con pocas horas de sueño, nos levantamos antes del amanecer para subir a Mojón alto, desde donde divisaríamos una gran superficie de tierras y montañas, incluso el camino que lleva al cortijo.


Y empezó a amanecer.


Comenzamos el descenso en busca del desayuno.


Hay que tener cuidado en algunos tramos porque las pequeñas rocas están sueltas.


Hubo medalla para los que hacían la ruta por primera vez, como Javi, que completaría a la vuelta las dos decenas de kilómetros del recorrido completo.


Después de un copioso desayuno, dejamos el cortijo dirección Montejaque.


Madre e hijo atravesando la verja que llevaría al camino.


El paisaje tiene distinta luz de la mañana a la tarde.


Aquí sí que hubo sorpresa, los dos saliendo del nido.



La curiosidad del potrillo hizo que posara así de bien para la cámara.


A la vuelta ya daba igual que el ganado estuviera dentro o fuera de las alambradas.


Detrás de Maite se ve parte del camino recorrido.


Cada uno por su lado.


Una piedra en el camino ...


Esta farola está a la entrada del pueblo, desde el camino por el que venimos, claro. Me llamó la atención que se use un antiguo apoyo de madera, algo que pega bastante con el entorno.


La primera calle. Me encanta. Bajando llegaríamos a la plaza principal del pueblo, luego iríamos al bar La Cuesta, donde ponen unas tapas buenísimas a muy buen precio. Nos pudimos despedir de Juan y de María hasta la siguiente, que espero sea pronto.




jueves, 3 de octubre de 2013

La Nocturna de Montejaque, hecha de día


La Nocturna de Montejaque es una bonita prueba que se celebra en junio, y que este año no pude terminar por una desafortunada lesión mientras la hacía. La oficina de Turismo de Montejaque organiza una marcha de día con el mismo recorrido, solo que acortándolo unos 10 km, pero manteniendo el mismo desnivel. No hay avituallamientos por el camino, como en la prueba, ya que es una marcha no competitiva, pero sí una copiosa comida en el Cortijo de Libar.

Como la cita era a las nueve de la mañana en la puerta de la oficina de turismo, decidimos hacer noche cerca de allí, en La Venta de La Vega, subiendo el viernes ya casi entrada la noche. Mientras cenábamos a la entrada de Ronda, cayó una buena tormenta.


Ya nos mojamos un poco mientras sacábamos las cosas del coche, mientras pensábamos que con ese tiempo, la excursión iba a estar la mar de divertida. Durmiendo lo que se pudo, sonaba el despertador poco después de las siete de la mañana. Empezaba a amanecer.


Como siempre que se va a hacer deporte durante muchas horas, un buen desayuno es fundamental.


Llegamos con tiempo suficiente como para aparcar bien y dirigirnos al punto de encuentro.


Fueron muchos los que faltaron, por temor a las lluvias anunciadas. La salida del pueblo se hizo por otra parte a la prevista, ya que esta última estaba en malas condiciones por la lluvia caída. Entonces atravesamos el pueblo, pasando por su bonita plaza.


El recorrido por el pueblo, hasta salir de él, es algo que me encanta, por esas calles estrechas.


El primer tramo es una subida continua sin descanso, donde los músculos van tomando temperatura como si se tratara de los neumáticos de un coche de carreras.


Una vez arriba pasamos a la otra ladera.


Y llegó lo que tanto se temía y se veía venir: la lluvia.


Ya llevábamos un rato andando bajo el agua y apetecía un bocado de algo para coger fuerza.


Tal y como indica el letrero, por ahí se puede ir a Grazalema.


Llegamos al llano.


El terreno ya estaba bien encharcado.


Íbamos llegando al km 10 arrastrando una buena cantidad de barro con el calzado.


Simpática estampa, con el cartel y los excursionistas tras él.


Se continuó por otro llano.


Los animales están acostumbrados al paso de personas, y solo nos miran tranquilamente, dejándose fotografiar así tal cual.


Reagrupamiento en el que algunos aprovechan para estirar, otros para tomar un bocado, y hasta hay quien se echa un cigarrito.


Un momento muy simpático, con unos cerditos comiendo de la mano de Maite.


El sol quiso saludar, pero solo fue un momento.


Buitres pudimos ver todos los que quisimos y más. Una pena no llevar un teleobjetivo en esta ocasión.


Y llegamos al pie del puerto emblemático de la prueba deportiva: el Puerto del Correo.


Una subida muy interesante, pasando al otro lado de la montaña, encontrando primero un precioso bosque.


El cartel anunciador de que estamos ya al lado del Cortijo de Libar. Han pasado unos 21 Km desde que saliéramos de Montejaque.


Maite y otra compañera en la puerta del comedor.


La tan esperada fideuá, buenísima, por cierto.


El vino corrió a cargo de uno de los compañeros de excursión, que tuvo la brillante idea de echar una bota llena de buen caldo.


¡Qué reconforta una buena chimenea!


Unas pocas de nueces recogidas, y ya preparados para continuar los aproximadamente 10 km que nos quedaba para llegar al pueblo.


El resto del camino sigue siendo muy bonito.


Ya sentadas a la entrada del pueblo, esperando a que todos llegásemos para bajar juntos a la plaza.


Bajando por una de las preciosas calles. Habían pasado unas dos horas desde que salimos del cortijo.


Y una foto de grupo, en la que no están todos, ya que algunos habían pillado sitio en el bar de la plaza.