domingo, 24 de febrero de 2013

El capricho de una tarde

Las cosas, solo algunas, mejor no pensarlas, sino que hay que llevarlas a cabo en cuanto pasan por la cabeza. Ayer pensé que podría coger alguna foto interesante mientras atardecía aquí en Marbella. Cogí mi mejor cámara y me fui al paseo marítimo, seguro que captaría alguna situación interesante.

Solo llegar, estas dos personas estaban tomando algo mirando a Levante, por donde ya estaba saliendo la luna, pero la luz del día aún se resistía a ser vencida.


Solo girarme y me regalan una de las más bonitas puestas de sol de este invierno.


Giro de noventa grados, al sur, y alguien intenta aprovechar la hora de comer de los peces para ver si alguno también quiere servirle de cena a él.


Y ya puestos, por qué no acercarme a la orilla, donde las olas se mecen a su antojo, sobrepasando las pequeñas rocas que se atreven a cruzarse en su camino.


Ya de vuelta a casa, me senté un momento en un banco y me encontré con otra imagen de ésas que quieres retener a toda costa con la cámara.



miércoles, 20 de febrero de 2013

Ruta de las Villanuevas

Este domingo pasado había quedado con mi amigo Miguelange, que a su vez lo había hecho con Juan para hacer una ruta en bicicleta por la comarca de Antequera, empezando por Villanueva del Rosario para pasar por Villanueva del Trabuco, Archidona, Villanueva de Algaidas, Villanueva de Tapia y terminación otra vez en Villanueva del Rosario.


Madrugué mucho, monté la bici en el coche y cogí camino al punto de encuentro, en la venta Cotrina, pasado Málaga dirección Antequera, donde habíamos quedado a las nueve Miguelange y yo. Ver amanecer sobre la carretera es algo que da mucho ánimo para seguir con la vida.


Una vez llegué al punto de encuentro, montamos mi bici en el coche de mi amigo y nos fuimos para una venta que hay a la entrada de Villanueva del Rosario, donde poco después llegaría Juan desde Loja y nos prepararíamos para empezar a dar pedales lo antes posible, ya que en esos momentos hacía una temperatura de 8º C y yo iba más fresco de la cuenta, tanto que Miguelange me tuvo que prestar un chaleco para protegerme algo más del frío y del viento en las bajadas.


El inicio de la etapa siempre es algo más relajado, poniéndonos más o menos al día, ya que vivimos los tres en lugares distintos.


Pronto empezarían los primeros repechos, suaves, de ésos en los que no quito el plato grade.


Por el camino hay una cantera y antes de ésta hay que subir un tramo que iría calentando un poco mis ateridas piernas.


Por la zona de Archidona cogimos una carretera muy tranquila en la que en uno de sus tramos veíamos al fondo la Peña de Los Enamorados.


Pasábamos sin mayores incidentes por Archidona, por una calle adoquinada que nos obligaba a prestar algo más de atención, llegando en breve a la estación de ferrocarril, todavía con ganas de guasa.


Ya estábamos en la carretera camino de Villanueva de Algaidas, con un primer tramo en cuesta más que interesante, donde no se baja del 6 por ciento, con la vista puesta en el último aerogenerador, donde se terminaría el pequeño puerto.


Pasaríamos en un visto y no visto por el pueblo, ya que después del ascenso mencionado, todo era bajada con bastante pendiente. Llegaríamos a un cruce de caminos, donde tomaríamos camino de Villanueva de Tapia.


Empezaba yo con ganas el camino, con 10 km por delante, entre olivares, sin saber todavía que los siete primeros eran de subida, con escasos descansillos para aflojar algo la tensión en las piernas.


Lo que cuesta subir y lo rápido que pasan las bajadas. Pasado el pueblo tomaríamos camino otra vez de Villanueva del Trabuco, todavía con alguna subidita de por medio.


Pronto cogeríamos una vía de servicio, por lo que pude comprobar, muy poco o nada transitada por coches.


Los paisajes seguían siendo típicos del interior.


Atravesando de nuevo la autovía por debajo, cogeríamos otro camino por el que iríamos bajando a Villanueva del Trabuco, con vistas al campo y a la sierra.


Ya iba quedando menos para volver al lugar de inicio, y el personal se iba animando, como cualquier final de etapa.


Miguelange me iba diciendo que ya casi estábamos, así que ya metimos plato, bajamos coronas y a terminar fuerte.


Lo primero que hice al llegar al coche fue ponerme encima un pantalón largo, a ver si se me quitaba el frío de las rodillas. Y en poco estábamos ya dispuestos a reponer fuerzas.


Nos dimos un homenaje de los buenos, donde no faltaron la porra antequerana, los callos, jabalí, ciervo y migas, bien regado con cerveza, ya que en cuatro horas de pedaleo sólo habíamos consumido poco más de un bidón de líquidos y algunas barritas energéticas.


No salió un mal perfil de etapa, aunque me queda mucho por entrenar las subidas y estoy a poco más de dos meses del primer reto fuerte del año al que ya se ha encargado Miguelange de inscribirme: Ruta de los Nazaríes, por la zona de Granada, con buenos puertos de tramos con pendientes más que respetables. Os dejo el perfil del recorrido que realizamos ese frío día de domingo.



sábado, 16 de febrero de 2013

Subida a El Lastonar

Otro reto para Maite y Javier. No habían estado nunca en El Lastonar, con sus casi 1300 metros, y antes de subir hasta allí está la duda de cómo reaccionará uno la primera vez que pasa el Salto del Lobo, donde algunos se dan la vuelta al ver el terraplén que tiene a ras de la vereda.

Dejamos el coche cerca del refugio de Juanar y comenzamos el camino con bastante frío y viento, pero ya con la mirada puesta en la cima de la Cruz de Juanar.


Todavía no había empezado la primera cuesta fuerte, así que los ánimos estaban intactos y llegábamos al cruce que indica el camino hacia La Concha.


Pronto nos metíamos en el bosque de altísimo pinos.


Comenzábamos la subida por detrás de Juanar, que la terminaríamos antes de lo que Javi esperaba.


Una vez de nuevo en camino más suave, el frío aún no nos había abandonado.


Después de recuperar fuerzas con un buen bocadillo, llegábamos al Salto del Lobo, donde nos íbamos tropezando con más excursionistas.


Una vez pasado, Maite volvía a recuperar la sonrisa y la tranquilidad. Por encima de su cabeza se adivina la estrecha vereda por la que acababa de pasar.


Justo pasado este tramo, se vuelve a tener unas vistas impresionantes de Marbella y toda la costa Este, aunque en esta foto no se aprecie ésto último.


Aquí la amiga se iba haciendo más grande que las montañas.


Y nos empezamos a encontrar con los amigos de Benaoján, que también habían venido con el objetivo de visitar La Concha, que queda como a una hora de camino después del Lastonar. Aquí la amiga Noelia y otro compañero montañero.


Desde estas alturas se domina hasta Sierra Nevada.


Vaya, nos encontramos también con más amigos. Aquí mira Alicia, una buena montañera, siempre en forma.


Un grupo de conocidos y amigos camino de la cima, cresteando.


Maite y Javier me esperaban en la cima, encantados por los paisajes que les rodeaban.


Al Oeste encontré esta pequeña ventana desde donde se podía ver el pantano.


Y cómo no, yo también quise dejar huella de mi paso por la cima del Lastonar.


Y desde allá arriba, miramos la vida.


domingo, 10 de febrero de 2013

Homenaje al sensei Gustavo Reque

Hace algún tiempo que Bauti le venía dando vueltas al asunto: teníamos que darle un homenaje como agradecimiento a tantos años dedicados a enseñarnos el camino, el Do, a nuestro sensei Gustavo Adolfo Reque Cereijo, cinturón negro 7º dan de kárate por la R.F.E.K. En lo que a mí respecta, empecé a recibir sus enseñanzas hace 28 años; hoy día, aparte de ser amigos y haber compartido buenos momentos, tanto deportivos, como artísticos, ya que es un buen guitarrista y hemos tocado juntos en algunas ocasiones, además de buen fotógrafo; sigo escuchando sus buenos consejos para emplear dentro del dojo como karateka, y fuera de él, como persona.

Este pasado viernes, entró en nuestra clase de veteranos, donde todos estábamos en seiza, y él se disponía a empezar a hablar, cuando se le interrumpió y se le dijo que él no iba a dar clase ese día y que tomábamos nosotros las riendas. Fue entonces cuando se quedó mirando para el lugar de los sempais, donde advirtió que estaba toda la cúpula del Zen.


Aquí ya empezaron las risas de complicidad entre sus alumnos, que sabíamos perfectamente lo que iba a ocurrir.


Se levantó Bauti, uno de los más antiguos alumnos y que también fue hace unos años profesor en el Dojo, e hizo entrega del primero de los regalos.


Sensei, sorprendido, miraba a los sempais.


Qué mejor regalo que una katana para un maestro de artes marciales.


El segundo obsequio lo entregaría Jaime Boch, también de los primeros alumnos del Zen a la par que profesor de los jóvenes, la persona con la que yo entablé conversación la primera vez que bajé las escaleras al Dojo y a la que no le hizo falta mucho para convencerme de probar a hacer kárate. Acababa de terminar la universidad y empezaba a trabajar, así que quise llevar a cabo una de mis ilusiones de siempre: practicar artes marciales.


Para que nos recuerde cada día, se le entregó una foto con casi todos los cinturones negros del Zen, y digo casi todos, porque algunos no pudieron asistir por diversos motivos el día de la foto, que por cierto nos la hicimos un sábado por la tarde para que sensei no se enterara de nada.


Kike acabó de distribuir el último de los obsequios. Fue el elegido para ir llevando los diferentes regalos a los tres alumnos más veteranos que allí se encontraban. A mí se me encomendó lo que os podéis imaginar: hacer las fotos del evento.


La persona que haría la tercera ofrenda fue quien me enseñó a atarme el obi, eterno cinturón marrón, grado que ya ostentaba cuando aparecí yo por allí la primera vez sin ser ni tan siquiera cinturón blanco, pero que es uno de los karatekas más emblemáticos del Zen. Hablo de Juan Antonio Manzanares.


Sensei ya no podía más de emoción.


La cúpula empezó lo que sería una ronda completa de agradecimientos.


Hasta el compañero Bernard Fay apareció, directamente desde el aeropuerto, ya que volvía de un viaje de trabajo, y por eso no se pudo vestir de karateka, aunque sí asistir desde la sala de entrenamiento, al evento.


Sensei estaba ya pletórico de felicidad.


El evento estuvo lleno de emociones, sonrisas y lágrimas.


El amigo Manzanares venía preparado con un bonito discurso, dejando a todos sumidos en el más profundo de los respetos.



Hasta estuvo presente un antiguo alumno, José Ogalla, que quiso decir unas palabras en momentos tan señalados.


Magnífica vista la que presentaba el dojo,


Y para terminar, la foto final, que no la pude hacer yo, porque obviamente tenía que salir en ella y estaba por allí quien podía hacerla.


Uno de los cantantes al que más he oído interpretar al sensei, es Joaquín Sabina, así que la canción de hoy será de este maestro de letras tan cercanas.