martes, 27 de septiembre de 2011

El pantano

Esperando la noche, agazapado en la orilla, espiando al viento que movía los pequeños arbustos sumergidos parcialmente en un agua pantanosa.

Al fondo el bosque, verde muy oscuro tornándose casi en negro, y más lejos, la montaña con sus viejos pliegues, como arrugas producidas por sus muchos años.

Ahora tendré que salir a buscarte ... http://www.youtube.com/watch?v=JKNfwnGD_R8&ob=av2e

domingo, 25 de septiembre de 2011

Puestos ya, me tiro al vacío

Pero con cuerda, y doble, por si acaso, que una cosa es quemar adrenalina y la otra, no poder seguir levantándose cada día.

Buscando soluciones a la crisis y harto de no poder hacer algo que me encanta, gracias a que siempre dispongo de amigos para echar una mano, voy a empezar a dar clases en el gimnasio Zen de Marbella, de Defensa Personal para mujeres. Se tratará de algo muy ameno que ayudará a mantenerse en forma y a incrementar la autoestima, en estos tiempos que tanto nos hace falta. En principio se empezará el próximo mes de octubre, el primer martes. Pensando en las interesadas, he organizado dos grupos, los martes y los jueves, el primero iría de 10 a 11 de la mañana, y el segundo, de 4 a 5 de la tarde, así no se queda nadie sin poder asistir por cuestiones de trabajo, niños y ocupaciones varias.

Quien esté interesada en asistir a clase, solo tiene que ponerse en contacto conmigo a través del correo electrónico que aparece cuando marcáis sobre mi perfil en el blog.





martes, 20 de septiembre de 2011

Rodando ladera abajo

El sol va buscando su escondite, ladera abajo. Se deja llevar cual esfera, de forma pausada pero continua. Nada está quieto, en su sitio.

The mountain. Precioso video http://www.youtube.com/watch?v=Rk6_hdRtJOE


lunes, 19 de septiembre de 2011

Tres momentos del día

Por la mañana despliego todas mis alas para salir volando.

Al mediodía, aprovecho el sol para calentar mi cuerpo, lucir mis alas al sol, reflejar la parte que más me gusta de mí.

Al final termino manteniendo el equilibrio para no caer al vacío.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Luces lejanas en la noche

Hay que sacar algo positivo de tanta oscuridad en estos tiempos. Personalmente voy en busca de cualquier luz que pueda sacarme de este pozo profundo en el que me han metido.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Historia de un concierto

Uno de mis regalos de cumpleaños fue una entrada golden para el concierto de Maná en Málaga. Eso me daba derecho a estar en una zona reservada cerca del escenario.

El concierto comenzaba a las diez de la noche, por lo que calculé que estando allí sobre las ocho y media o cosa así, sería suficiente. Lo que no contaba era con que no iba al habitual concierto en el teatro Cervantes, iba a un estadio de atletismo. Madre de Dios, allí había gente por todos sitios. Cuando me informé sobre cuál era la cola que me correspondía, casi me da algo, calculo que más de doscientos metros, y no en fila de a uno precisamente.

Dos horitas me pasé en cola, en las que me entretuve sacando alguna vez la luna, con la cámara compacta de fotos que había echado, ya que de réflex, ni hablar; no tenía ganas de que me la quitasen a la entrada. A una señora, que llevaba una entre compacta y réflex, le quitaron la batería para que no pudiera hacer fotos. Cosa que más adelante ya veréis que es una tontería, porque todo el mundo lleva cámara aunque sea en el móvil.

Cuando empecé a ver luces en el escenario, me entró el nervio, porque ya estábamos a las diez de la noche y aún andaba en cola.

A las diez y media conseguíamos entrar en el estadio, ahora venía lo mejor ¿dónde estaba la zona Golden? porque allí había más gente que en la guerra. Alguien nos indicó que pegado al escenario había otro acceso. De nuevo en cola, pero se agradeció al llegar a la zona reservada, porque se podía respirar, no estábamos apiñados. El estadio presentaba un lleno absoluto.

De fondo tenían puesto a los Beatles, que me he enterado que les encanta a los Maná. Fue empezar aquello, a las once de la noche, y todo el mundo cámara en ristre.

Fher me sorprendió por la forma en que comunica con el público. No dejaba de echarnos flores a los andaluces, con los típicos términos mejicanos. Nos ganó en un instante.

El escenario que llevaban era una pasada. Tenían grandes pantallas en las que aparecían imágenes simultáneas de lo que ocurría.

Una pena no disponer allí de mi réflex pro, porque esta foto la hubiese clavado, con esos tonos tan guapos.

Una cosa interesante que están haciendo en la gira, es que seleccionan a un músico de la ciudad donde tocan para subir con ellos al escenario y acompañarlos en una canción. Subió un tal Carmona, si no mal recuerdo el apellido, e hizo un par de solos muy dignos. Promete el tío un taco. Es el que acompaña aquí a Sergio.

En un momento determinado solo queda en el escenario el batería, Alex, que nos hipnotizó con un impresionante solo. Verlo en escena es un espectáculo de expresión.

Mientras Álex estaba a lo suyo, los otros aprovecharon y se ubicaron en una plataforma en mitad del estadio. Nos dejaron a todos alucinados. Allí tocaron algunas canciones, incluyendo "el rey" y "se me olvidaba", que las cantamos todos.

Después volvieron al escenario, que era toda una explosión de luces.

Al final estábamos ya todos locos, cantando, bailando.

Terminó con "el muelle de San Blas", Fher ató la bandera española con la mejicana, en un símbolo de hermandad y ahí terminó la cosa. Papelitos de colores al aire.

Dos horas después del inicio, salíamos del estadio con un magnífico sabor de boca. Otra cosa fue incorporarse a la carretera con el coche, pero sarna con gusto no pica, o eso dicen.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Recuerdos de una carretera

El mero hecho de pensar que teníamos que subir a Ronda, ya hacía que las tripas empezasen a incomodar. Ya de pequeños nos tocaba sufrir ese martirio traducido en un sinfín de curvas enlazadas, alternándose a derecha e izquierda, con el mismo final: mi hermano Ángel vomitando, bien por la ventanilla, bien dentro del mismo coche. En ese tiempo mi madre era maestra de escuela en la calle Pozo.

Años después estuvimos en un internado, en la misma ciudad, con los mismos problemas en la carretera. Mi padre, con méritos sobrados para superar al santo Job, por la de veces que tenía que limpiar el coche por dentro y por fuera, a causa de nuestros mareos, no sabía ya qué hacer. Y es que, ahora que me pongo a pensarlo, lo de las bolsas de plástico no era de uso habitual. Más que un corto viaje, parecía un vía crucis; eso sí, con paradas en parajes únicos.

Para mí, pobre ingenuo, el peligro terminaba una vez que pasábamos los pinos y llegábamos a la sierra pelada de vegetación, rocosa, gris. Creía que ya estábamos llegando y, aunque aún quedan veinte kilómetros, sí es cierto que el intervalo entre curva y curva es muy superior a lo ya pasado en la otra zona. Digamos que mi estómago se relajaba un poco, tras un continuo esfuerzo por no invertir el ciclo digestivo.

Hoy sigo mareándome, incluso en ocasiones en las que conduzco y estoy cansado. También está el peligro de los adelantamientos, aunque de éso, mejor no quiero ni recordarlo. Mi hijo ha descubierto para sí la solución: dormirse, aunque sea a la fuerza.

Y correr dicen que es cosa de cobardes ... http://www.youtube.com/watch?v=0B6ru7dz58U

jueves, 8 de septiembre de 2011

El amor sí es animal

Todos somos tan vulnerables de pequeños, tan necesitados de mimos y cuidados, que es de agradecer unas manos que te acaricien, te alimenten y te ayuden a empezar a vivir.

El que es bueno, se porta bien con todo ser viviente. No sabe hacer el mal, ni es capaz de aprenderlo. La suerte que tienen es que a menudo son correspondidos.

En las dos fotos que hoy os subo, unas manos expertas amamantan a uno de los cachorros; las otras, menos expertas, pero igual de buenas, también lo intentan con otro.


martes, 6 de septiembre de 2011

Mi segunda marcha cicloturista

Este pasado domingo participé en lo que era mi segunda marcha cicloturista. Se trataba de 110 km con salida y llegada desde Huétor Tájar, en la provincia de Granada. Estaba muy ilusionado por acabarla, pero tendrá que ser en otra ocasión, por lo motivos que más adelante os relato.

El sábado por la tarde me fui para lo que se está convirtiendo en el cuartel general de las aventuras ciclistas: la casa de los Moreno Molero. A las seis de la mañana del domingo nos pusimos en pie, aseo, desayuno, montar las bicis en el coche y ... en marcha.

A las ocho de la mañana ya estábamos viendo amanecer en la provincia de Granada, cerquita de nuestro destino y, cómo no, a riesgo de que saliera la cámara volando, saqué el brazo por la ventanilla y cogí al sol por sorpresa saliendo de su escondite.

A las 8:25 ya estábamos en cola esperando el dorsal y la bolsa con los regalitos. En esta ocasión me dieron una bolsita tipo mochila en la que iba una lata de espárragos trigueros, típicos de la zona, junto con su recetario, una radio pequeña y un par de llaveros; por supuesto no podía faltar la camiseta conmemorativa de la prueba. En la foto podéis ver a Miguel Ángel de frente, con su colega Juan y, con gorra amarilla, de espaldas, Cameron.

Muchos nervios en la salida, ya que todavía soy novato en estos menesteres. Decidí a última hora no echar la cámara de fotos, para aligerar algo de peso, porque con el barrigón ya voy bien. Lo que sí usé fue la que trae incorporada el móvil que, aunque malilla, hace el avío. A esa hora, las 9:15, andaba yo por las 130 pulsaciones por minuto, de puro nervio. Fijaos cómo estaba ya el tema de animado.

Mi colega me inmortalizó, metiendo barriga, que bastante tengo ya con que me pillen siempre en la bici con la panza colgando.

Y se dio la salida, con el coche de control por delante, la guardia civil, la ambulancia, todo el personal auxiliar; bueno, ya sabéis, todo lo necesario para estas cosas. Miguel Ángel detrás de una muchacha, para variar, jejeje, con su equipación de La Sufrida. A su rueda llevaba a Cameron.

Señoras y señores, aquí llegaba el tío con más kilos de la prueba, eso sí, sonriente como él sólo, pero pendiente del camino, porque se empezó a rodar muy rápido por calles estrechas y muchos ciclistas, con frenazos de vez en cuando. Ahora, el maillot nuevo azulón me iba a juego con la bici. Y hablando de bici, cuando llegamos al pueblo y vi las máquinas de los participantes, me daba vergüenza bajar la mía del coche. Es la única bici de acero que participa en estas pruebas, los demás llevan las modernas de carbono, a cual más bonita.

Se salió del pueblo, camino ya de Loja, como un cohete. ¿Os acordáis cuando estábamos en el colegio y decíamos aquello de -maricón el último- pues lo mismo. Se empezó rodando por encima de los 30 Km/h, a tirones, porque de vez en cuando había que reagruparse por algún estrechamiento. A la salida de Loja, Miguel Ángel iba concentrado en la tarea.

Y llegaba al Km 0 de la carretera de Zafarraya. Ya llevábamos unos cuantos buenos repechos atravesando Loja. Se empezaba el primer puerto de montaña, el más largo, pero tendido.

Bueno, y aquí va el león en solitario.

De verdad que cuando veo la siguiente foto, me dan ganas de quitarme de cenar, de comer, de desayunar, tomar agua, dejar la cerveza. Pero se me pasa en cuanto no la veo, jejejeje.

Subí el puerto esforzándome lo que podía, pero guardándome para el resto del recorrido. Fueron más de 20 km sin dejar de dar pedales hasta que coroné. Llegaba el último al avituallamiento y, sorpresa, no quedaba nada. Me dieron un par de tortas, dos botellines de aquarius y una fanta de naranja, con toda la buena voluntad del mundo. Comí algo y seguí dándole a los pedales. Al llegar a un cruce en Ventas de Zafarraya, no puedo sacar la zapatilla de la cala y me da el nervio. Tengo que cambiar de pie de apoyo, a lo que no estoy muy acostumbrado. Me aparto a un lado, me desato el zapato izquierdo y saco el pie. Herramientas y varios intentos por liberar la cala que está fija, pero que no está unida sólidamente a la zapatilla. Al final lo consigo y veo que se ha perdido uno de los tornillos, por eso gira. Aprieto bien el único tornillo que queda y sigo adelante.

Un par de kilómetros por la vega, llaneando y disfrutando del paisaje. Se empieza a subir el segundo puerto y el pie izquierdo gira de vez en cuando, de forma que podría torcerme el tobillo. Esto quiere decir que otra vez se ha aflojado la cala de la zapatilla. No puedo arriesgarme a pegar una pedalada en falso y caerme. Se terminó lo que se daba. Han sido sesenta kilómetros. Toca llamar a los de organización para montarnos la bici y yo en el coche y volver a Huétor Tájar. Era lo más inteligente.

Para que os hagáis una idea de la cuesta desde la vega.

Mientras esperaba al coche, entabló conmigo conversación un cabrero, que paró su viejo ciclomotor al lado y estuvo como un cuarto de hora hablándome. Yo saqué el móvil e hice la última foto de la jornada.

De vuelta al pabellón, paella y cerveza a granel. Fue un gran día de ciclismo, aunque no pudiera terminar. Me quedaba un poco de cuesta, la bajada y llaneo. El año que viene será, ante estas cosas, poco se puede hacer.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Llegando la noche al puerto

Por la hora no podría hablar de atardecer, eran las nueves menos cuarto y la luz se iba apagando, pasando de un azul a un naranja y de éste a otro azul más oscuro. Fui caminando con la cámara colgada al cuello, como un enamorado en busca de su amor; en este caso los anocheceres en el puerto pesquero, aunque ahora comparte su belleza con barcos recreativos.

En mi camino me acompañó otra amante del mar y el cielo, una gaviota que no quería perderse la magia de cambios de colores.

Al Oeste de la bocana las nubes abordaban a una sierra que no ofrecía resistencia alguna.

Los veleros atracados hacían de línea divisoria entre cielo y mar.

El muelle donde atracan las barquitas, en penumbra, con una pequeña luna en su fase creciente, diminuta entre un gran cielo llenos de nubes de tonos que cubrían toda la gama de colores.

Y por último, un velero se apoyaba en la cercana luz de la farola. Comenzaba la noche y, con ella, todo lo prohibido, pero deseado.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Tajo del Molino

Había pasado ya varias veces por la carretera de Teba, observando el cartel anunciador del Tajo del Molino, suponiendo que era el que tenía a mi izquierda. Este domingo pasado andaba no muy lejos de allí, quería dar un paseo y pensé en visitar el sitio. De modo que se lo propuse a mi hijo, nos montamos en el coche y nos dirigimos al lugar. Aparcamos el coche en un sitio donde hay hecha una piscina en plan rural, con entrada y salida directa del agua. Javi quiso bañarse, pero no me pareció buena idea, dada la hora de la tarde y mis dudas sobre las condiciones higiénicas del agua.

Leimos algunos carteles informativos sobre la zona y decidimos ir río arriba para adentrarnos en el tajo. Las aguas del río de la Venta están contaminadas, unos mozos del pueblo nos explicaron que se debía a una granja que hay aguas arriba. La belleza del lugar es singular y, por esta compuerta, supongo que se controla el riego de los campos cercanos.

Una pena no poder bañarse en las pozas formadas, con el paso entre ellas mediante cascadas.

Un espectáculo hizo que me olvidara por completo de sacar una vista general del tajo, que yo llamaría más bien desfiladero, ya que discurre entre dos cortados de roca. Sus paredes estaban pobladas por escaladores que disfrutaban de un montón de vías equipadas.

Me llamó la atención el nivel de algunas chicas. En concreto, la de la foto poseía una musculatura muy desarrollada para estos menesteres.

Como habréis adivinado, el niño se lo pasó de escándalo, saltando de roca en roca por el río.

Alguien nos habló de una cueva cercana, que después me he enterado que se llama de las Palomas. Iniciamos el camino hacia ella, para lo que había que subir por una ladera desde la que se veían unos paisajes estupendos.

Hasta el campeón no pudo resistir la tentación de contemplar tan preciadas vistas.

Llegamos a una escalera metálica que se adentraba en la tierra, bajamos por ella y llegamos a la entrada de la cueva, que estaba cerrada mediante una reja con puerta, así que nos tuvimos que conformar con una fotografía de la cueva desde fuera.


De vuelta al coche ya estaba casi anochecido. A nuestra derecha veíamos el torreón del castillo de Teba, sobre los olivares.