jueves, 30 de junio de 2011

Autorretrato en azul


Azul es el color preferido para mis atuendos; azul es, incomprensiblemente para mí, un color llamado frío, cuando el calor me viene siempre de un cielo azul.

Me dejo llevar bajo el agua, es donde mejor me siento, donde no existe nada más que mi cuerpo ingrávido, libre, sin exigencia alguna que no sea el propio peso del agua.

El gran azul.


lunes, 27 de junio de 2011

Sunset. Otra obra terminada

Apenas acababa de inaugurar el área quirúrgica y la nueva de urgencias de Clínica Ochoa, cuando empezaba un proyecto muy interesante de hostelería: snack bar y disco pub, todo en lo que en su día fue el Olé Olé, en el puerto deportivo de Marbella. Todo un reto hoy en día, con la normativa tan fuerte en asuntos de medio ambiente e instalaciones. La siguiente foto sirve para hacerse una idea de cómo estaba aquello, y eso que aquí ya se había limpiado mucho escombro.

Se repetía equipo técnico, con la nueva entrada de Ángel González al frente de Global Design en el capítulo de decoración. Todo un placer trabajar con este señor y con Germán, arquitecto de su equipo. El resultado se pudo ver el día de la prueba conjunta de todas las instalaciones, que la hicimos el pasado lunes 22. A mí personalmente me ha encantado el acabado conseguido, ha sido todo un acierto la contratación del apartado de decoración, que ha sabido interpretar a la perfección lo solicitado por el cliente. Aquí lo tenéis.

Después de padecer todo lo que conlleva una obra de esta envergadura, se pudo inaugurar con una tremenda afluencia de público; no sin antes ser bendecida por el párroco.

A continuación, la persona con más experiencia en estos lares, Don Joaquín Saez, pronunció unas palabras, entre las cuales estaba el agradecimiento a todos los que hemos intervenido en tan gratificante empresa.

Muchos fuimos los que pudimos disfrutar de una grata velada. En concreto, me uní a un grupo de viejos amigos, de los que sabía de algunos, y con otros hacía tiempo que no compartía ocio. Lo pasé muy bien, recordando viejos tiempos de pandilla juvenil y de confidencias con mi antigua amiga Guari. Qué tiempos aquellos ...

No faltó detalle, hasta el típico señor con la venencia, repartiendo vino del bueno.

Como artista invitada estuvo una famosa cantante cubana, que nos deleitó con algunos temas de los de siempre.

De lo que más me gusta de la discoteca es que intercambia el ambiente interior con el exterior, mediante ojos de buey muy acordes con el ambiente de un puerto deportivo.

Resumiendo, que otra obra terminada, otro reto pasado, y una noche perfecta con amigos de los de antes.

Una vieja canción de discoteca. ¿Do you remember? ...

domingo, 19 de junio de 2011

De visita ciclista

Ayer le pregunté a mi colega Miguel Ángel por alguna ruta interesante en bicicleta, para pasar la mañana dándole a los pedales y a la cámara de fotos. Me recomendó una circular saliendo de Ronda camino de Benaoján, subida a la cueva de la Pileta, bajada a la estación de Jimera de Líbar, paso por el pueblo, Atajate, Puerto de Encinas Borrachas y de vuelta a Ronda. Aquí lo tenéis reflejado sobre una de las fotos que he tomado.

Hasta la llegada al puente sobre el río Guadiaro, se va disfrutando del paisaje, en plato grande aunque haya algún repecho de hasta el 8 por ciento.

Ahora empieza lo bueno: la subida al pueblo de Benaoján, que lo dejaré a la izquierda. Ya hay que cambiar de plato y subir coronas.

A la salida del pueblo se coge la carretera a Montejaque, para desviarnos a la izquierda y subir sin parar hasta el primer mirador del día, en este caso, el de Benaoján. Empieza a apretar el calor de verdad.

Ya prácticamente estoy en la cueva de la Pileta, ha sido duro pero no tanto como pensaba mientras subía el primer kilómetro desde el desvío. Esta es la zona de entrada a tan bonita cueva, que quiero visitar la próxima vez, pero sin bici.

Una buena bajada, exigente, por carretera estrecha, hasta la estación de Jimera de Líbar. A partir de aquí empezaría una subida sin descanso durante más kilómetros de los que yo había planificado en principio. Un buen tramo y llegamos al pueblo, soleado, como todos los de la sierra.

Ya no me queda ni una gota de líquido en el bidón, así que le pregunto a la única persona que me encuentro por el camino, por alguna fuente. Me indica que al pasar la curva me encontraré una. No me esperaba una como ésta, antigua, con su historia y todo.

Lo mejor han sido sus caños con un agua fría y pura, que sabía a gloria bendita. Me he despachado a gusto y he llenado el bidón con la esperanza de que se mantuviera bebible hasta el próximo avituallamiento, que por cierto no sabía ni cuándo ni cuál sería.

Hay que seguir subiendo sin descanso hasta el siguiente pueblo, que es Atajate. No conozco la zona, ni sé cuánto me queda, pero sí sé ahora que no hay ni un solo descanso en al menos seis kilómetros que no bajan del 6 por ciento, con algunos tramos al 7. Me mata tanto calor. En una de las revueltas veo parte de la carretera que acabo de subir. Impresiona, de verdad.

Consigo llegar a Atajate, me siento en el primer bar que hay al entrar en el pueblo, me pido una bebida bien fría y solicito el favor de que me llenen el bidón, que a estas alturas ya se había agotado de nuevo. Le pregunto a unos mozos, que andaban por allí, que cuánto me quedaba para Ronda, me contestan que ellos echan en coche unos veinte minutos, pero que me quedan todavía unos pocos de kilómetros de subida. Me da la risa. Estoy en la carretera que baja de Ronda a Algeciras. Eso sí, al salir del pueblo y después de subir un buen trecho, me encuentro con el Mirador de Atajate y saco esta panorámica.

Me propongo ir subiendo de mirador en mirador, sin descanso, aunque el ciclocomputador me está indicando ahora mismo una temperatura de 46,4ºC. Supongo que será por el calor del sol y del asfalto sobre el aparato. A mí me está ardiendo ya la cabeza. El siguiente: Mirador de Cañada Honda. Me quito el casco, bebo, me pongo medio minuto a la sombra y no me molesto ni en encuadrar en condiciones la foto.

A por el siguiente, el Mirador del Fraile. Leo la historia en un momento y arranco de nuevo antes de que las piernas se aflojen. Aún queda cuesta por subir. La carretera es muy pesada, ancha, con la vista puesta en los tramos largos que se ven, que parecen ser suaves, pero que engañan, porque no bajan del 6 por ciento ni a la de tres.

Vaya, un tramo cuesta abajo. Pero si aún no he llegado al puerto, esto tiene que ser ya un espejismo, pero no, es una trastada, porque claro, hay que volver a subir hasta coronar el puerto de Encinas Borrachas.

Me he vuelto a quedar sin agua, todavía me quedan unos diez kilómetros hasta Ronda, más otros tres para llegar hasta la casa, bordeando por la circunvalación. Ya paso de todo a estas alturas, meto plato grande y no lo cambio ni para los repechos del 4 por ciento. Lo que quiero es llegar. Por fin el Mirador del Pino, con el pueblo de Ronda al fondo. Qué bien. El pino no sale en la foto, porque el de turno había parado el coche justo debajo. En fin ...

Y cinco horas después de salir por la mañana, llego de vuelta más que contento. Una ducha, un par de platos de estofado de ternera, con sus tres cervezas para hidratar y reponer. A lo tonto me he metido 57 Km en las piernas y he hecho unas pocas de fotos. Algunos me preguntan que cómo me puedo meter estas palizas con la barriga cervecera que tengo; siempre les respondo que subo los puertos con las piernas, no con la barriga, y que, gracias a Dios, tengo un corazón muy sano. Y es que el que tuvo, retuvo para la vejez. Ahí queda éso.

El amor es más fuerte que el orgullo ...

miércoles, 15 de junio de 2011

Dando vueltas


Creo que la feria refleja lo que es al fin y al cabo la vida, vueltas y más vueltas, pasando una y otra vez por el mismo sitio. No me vendría mal una semana dando una vuelta en bicicleta por la provincia, con el menor equipaje posible y con una cámara de fotos. Tal vez este año sea el oportuno para hacerlo.

Tornero.

domingo, 12 de junio de 2011

Pies mojados

Parece el nombre de un jefe indio, pero no, son los míos los que han terminado chorreando. No es un fin de semana normal, si no hay alguna aventurilla deportiva. Hoy ha hecho un calor de los buenos y, claro, no me iba a quedar encerrado, solo, en la casa. Un buen desayuno, bicicleta de montaña y a por esos caminos.

Investigando nuevas rutas, desconocidas para mí, he dado con un río interesante, de aguas limpias, que me he empeñado en atravesar, no siendo éste el problema, sino empeñarme en hacerme un autorretrato cruzando.

No ha salido bien, cachis, otra vez a intentarlo. Y es que ubicar bien la cámara en el suelo, en el sitio bueno, contar los segundos que tardará la cámara en disparar, calcular el momento del paso, os garantizo que no es nada fácil. Al final lo conseguí, después de no sé cuántos intentos.

El agua del bidón estaba ya más para echarle unos garbanzos y hacer un cocido, que para refrescarse, así que de paso me he parado un momento en el pilar para beber agua fresca.


Y eso ha sido todo. Una duchita, un par de cervezas para recuperar, comida y siesta. Y el domingo ya está casi consumido.

Parezco un englishman, pero en rústico.

A medias

A medias, que puede significar también en la mitad del camino. Falta la simetría, o el complemento, vaya usted a saber, porque tampoco son lo mismo.

El mar me traga y me suelta
me envuelve y me aleja
me mece y me duerme
me habla y me calla.

Mi hogar en cualquier sitio ...





domingo, 5 de junio de 2011

Marcha al Castaño Santo

Siempre me dejo convencer cuando se trata de pegarse una buena paliza. Esta vez Chacón ideó una marcha de 33 Km, que partiría desde el club de golf de La Quinta para llegar al Castaño Santo, tomarnos unos bocatas y volver de noche; se ve que le ha cogido el gustillo a eso de caminar con el frontal, en la más absoluta de las oscuridades, desde que hizo los 101 Km de La Legión.

La aventura comenzaba sobre las cinco y veinte de la tarde. Siete aficionados al deporte empezaban a andar con muchas ganas de divertirse dando un paso detrás de otro entre pasiajes más que bonitos. Cinco minutos no habrían transcurrido cuando ya se pasaba por el puente que salva el Guadaiza.

Lo peor de todo, tanto en ciclismo como a pie, es empezar con una gran pendiente. Ahí empecé a sudar de verdad, todavía con el organismo templándose.

Poco antes de una hora ya pasábamos por una casa de campo, a pie de camino, donde siempre hay perros que saludan a su modo.

Voy cargado con la cámara réflex, la más liviana de las dos con las que cuento, pero viendo esta foto, creo que merece la pena el esfuerzo que supone medio kilo más colgado al cuello.

Cuando quisimos darnos cuenta y después de tres horas y media de andar a buen paso, llegábamos al Castaño Santo. Todo el personal soltó el macuto y se puso a retratar al famoso coloso.

No pude evitar la tentación de inmortalizarme con mi camiseta del Zen, teniendo cuidado de no dañarlo, sobre el castaño.

Había que sacar la foto de grupo, aunque no pude salir por falta de trípode y de algún otro excursinista que pudiera hacérnosla a los siete componentes. De izquierda a derecha aparecen Mariano, Antonio, Antonio Urda, Josefina, José María y Andrés.

Después ... a comer, con mucha alegría.

Para mis lectores que nunca hayan visitado tan singular castaño, os muestro las raices que afloran sobre el terreno.

A las diez menos cuarto de la noche cogíamos de nuevo el caminito. Ya se estaba echando la noche encima.

De esta guisa había que bajar, linterna en frente.

Y para haceros una idea de lo que se veía, aunque la foto sea la lógica movida, pero que aún así me gusta por el efecto del movimiento y la total oscuridad, echadle un vistazo a ésto.


A la una menos cuarto de la madrugada, tres horas después de salir del castaño, volvíamos a casa en coche.

No encontramos ni sombra de la luna.


jueves, 2 de junio de 2011

Vestido con una sonrisa

Ya tiene uno arrugas en la cara, pero sigue teniendo la cabeza a las tres de la tarde, como de adolescente; de ahí esa sonrisa casi permanente, que solo desaparece en períodos cortos de tiempo, cuando la vida me complica las cosas con cruces en el camino.

La brújula la llevo con la aguja loca, no sé si por los campos magnéticos de tanta línea eléctrica, o por la carga de las neuronas, que me la juegan de vez en cuando. El caso es que andamos como las golondrinas, dando virajes de un lado para otro, esquivando objetos invisibles, que nadie logra ver, pero que los evitas.

Bueno, otro tren, a ver si atinamos de una vez; aunque esta cabeza no parará de jugármela, siempre ideando; yo creo que para disimular la pérdida de memoria que va teniendo.

Y el llorar no me hace daño, siempre y cuando tú no llores ...